sábado, 6 de marzo de 2010

Miénteme, despacio, suavecito... (y si creés pertinente, llamame macho, llamame peleador)


Para que veas que no sos la única que se está carcomiendo los labios del deseo, sacate la ropa. Tirámela en la cara. No me digas cozaz zuziaz. Hoy no quiero escuchar cozaz chanchaz. Quedate callada. Escuchate. No puede ser que sólo desees cuando alguien te prende la máquina. Y vos solita, ¿cómo hacés para encenderte? ¿En qué pensás? ¿En quién? Yo te acaricié sin darme cuenta y así te puse en ON. Y desde entonces nunca volviste a dormir tranquila ¿Quéres coger? ¿Querés que te deje seca el alma? Hoy no quiero hablar de amor. Ahora no. Mirá que yo sou una criatura de esas que no funcionan con el día a día, mirá que yo me aburro muy fácil, mirá que yo no quiero nada... más que cogerte. Quiero coger hasta reventar. Cogerte hasta que revientes. No, ya sé, no sé cómo dejar de vivir y de sentir esto. No sé si estoy buscando el gran amor de mi vida. Yo sólo sé que vos sos ese mientras tanto, ese espacio vacío tan atinado y delicioso como vos... No, no, no me tenés que llenar. Estoy hastiado de mí mismo. Pero me extraño mucho. Dale, callate la boca y callame a mi también, no me dejes decir más pavadas. Quiero que tu lengua me coma las entrañas y así te quedás feliz porque te doy poder, te gusta saber que vos podés conmigo... Y sí: hoy te juro que podés. No me hables de amor, hoy no...

jueves, 10 de diciembre de 2009

Caíste, boludo

Ella era bien linda... Pero esa noche estaba más linda que nunca porque estaba muy borracha. Estábamos en una fiesta que dejaba mucho que desear aunque yo la estaba pasando muy bien y empezó a insistir en que nos fuéramos, que vayamos a su casa o a la mía...

Yo la verdad que la estaba pasando bastante bien y como que le dije que se esperara un rato y ella no, que nos fuéramos, vámonos ya... Y yo no, pará, que acá los pibes y yo todavía nos queremos tomar una cerveza más... Sí, ella no se llevaba muy bien con mis amigos, y menos que menos con las novias de turno de mis amigos, o las amantes, o las compañeras o XXX.

Pero yo no quería irme de esa fiesta, y ella sí... ¿Qué se hace en esos casos?

Es cierto, no era la mejor fiesta de nuestras vidas. Pero YO estaba a gusto. Y ELLA no.

Y no sé muy bien cómo funciona eso, pero cuando a una mujer se le mete algo en la cabeza no para. Y ella, esa noche, no paró...

Ella era tranquila, suave, siempre lenta y parsimoniosa... Pero esa noche no.

Estábamos en la cocina de la casa donde era la fiesta y ella se puso como loca, toda una fiera. Al ritmo de Vámonos ya, entre espasmos y gemidos me vi en la tarea de llevarla a otro lado, claro, de dejar la charla amena con los pibes para otro rato... Porque algo mucho más interesante se me había interpuesto en el camino...

Pero...

Y así fue como caí en la trampa. Me sacó de la fiesta a los apurones, me llenó de expectativas, me cargó el motor y... cuando llegamos a mi casa se quedó profundamente dormida en mi cama.

Es así: los hombres y las mujeres mentimos y manipulamos al otro, engatuzamos a cuanto gil podemos... Pero las mujeres, definitivamente, lo hacen mejor. Saben cómo manipularnos, siempre terminamos haciendo lo que ellas quieren... ¿O no?

Las mujeres, al final, terminan consiguiendo lo que quieren... Y nosotros, bueno, nos vamos acomodando... En el primer round siempre caemos vencidos por el deseo, mientras que ellas saben cómo controlar su líbido para sus deseos más profundos...

Lo más triste del asunto es que en este caso el deseo más profundo de ella era dormirse...

sábado, 5 de diciembre de 2009

Volviendo a las andadas...


... Te digo que hoy estoy mejor que nunca. Mirá. Mirame. Sí, estoy un poco más gordo. Pero a vos te gusta... Te gusta acariciar mi pancita de cerveza y de buena vida que me ando echando, ¿o no? ¿O preferís que me sienta culpable por comerme un choripán? No, dale, ¿porqué no te venís y te echás un choripán conmigo? Dale, dale... Le ponemos un montón de chimichurri, y vos, tan dulce y tan delicada, tan fina, no sabés qué hacer con todo eso que te chorrea en la mano... Yo te la agarro y me chupo toda esa grasita rica que se te cae de los dedos y vos al principio te asustás pero de golpe cambia tu cara... Te saco los anteojos y te llevo a un rincón donde no te vea nadie... (Qué suerte que te viniste con pollera, así es más fácil).

(...)

Entonces nos terminamos este choripan delicioso al lado de la reserva ecológica, ahí, junto a los mosquitos... De golpe nos sentimos en la selva y estamos en pleno Buenos Aires. Hace calorcito... Está entradora la primavera... (¿Por eso te pusiste pollera?) No, no, no te preocupes, no estamos haciendo nada malo... Todo lo contrario...


martes, 27 de octubre de 2009

Volví

Sí, volví, muchach@s. Voy a ser breve: naufragué. Así como les digo. Les juro que naufragué.
Y lo peor de todo es que no estuvo mal... Viví.

Ahora he vuelto. No sé bien a dónde ni para qué pero he vuelto. De golpe me vienen unas ganas enormes de contar mi(s) historia(s). Por muchísimo tiempo callé y me dediqué a escuchar. Pero ahora quiero relatar hasta que la garganta me quede seca, hasta que me digan "callate, pibe". Eso quiero.

Ayer caminaba al pedo y triste y me puse a llorar a los gritos como buen mariconazo que soy, me apretada el estómago y me empezó a faltar el aire... Y ahí, en ese mismísimo instante, de golpe empecé a hablar solo. Me empecé a (intentar) contar lo que me pasaba a mí mismo. Y así fue que empecé este relato que ahora les voy a contar...

Va a ser largo, y por momentos divertido, pero a veces tedioso, hostil, romántico y degenerado.

¿Se animan?

domingo, 9 de agosto de 2009

Nena, me gusta mucho tu...

Mirá, ¿para qué te voy a mentir? Sí, me distraje un poco, pero es normal... Uno no va por la vida esperando encontrarse con... Te vi y me fui, fue así, te lo juro. Sos tan linda, me gusta tu sonrisa pero más me gusta tu... Me gusta que lo lleves así, descaradamente, sin preocupaciones, que lo muevas y que sea un pasaje sin fin, una línea mágica... Un paisaje natural... Es que lo veo y me vuelvo loco, nena, es así. Yo sé que no está para perder la mirada en eso, que queda mal, que no quiero pecar de pajero y cosas así... Pero vos sabés que cuando lo aplicás buscás que yo me ponga así, no me mientas, no me chamuyes, dale...

Me gusta eso de que me muestres sólo lo suficiente, que me permitas imaginarme cualquier cosa, que seas tan inocente que no tengas la más remota idea de que... No, dale, ya sé que estás pecando de ingenua, que vos sabés lo que tenés y que lo lleves con tanta gracia y frescura, que me encanta, de verdad... No, no, no, no voy a permitir que ningún desubicado te diga que... No, no, vos vestite como quieras, me encanta que me coquetées, yo sólo quería decirte que... No, no, no estoy diciendo que si andás así por la calle estás esperando que...No, de verdad, yo no digo eso, yo sólo quería decirte, nena... Me gusta, y no por eso nada, en serio, no, yo no soy así, no, no, me gusta eso.. Pará...

Yo sólo quería decirte que

Me encanta tu escote.

Pero te juro que nada más. No me malinterpretes, por favor te lo pido.

¿Sí?

viernes, 17 de julio de 2009

Dos desconocidos en una ciudad insegura

Hace algunos años, cuando todavía no existía internet ni chats ni video chats, yo salía mucho a pasear por la ciudad y viabaja mucho en tren. Me encantaba. Si ustedes se toman cada viaje inevitable por la ciudad como una experiencia; si cuando van de la casa al trabajo, a la escuela o al cine en lugar de tomárselo como una pérdida de tiempo o como una incomodidad, si en cambio se relajan y se pegan un viaje con todas las letras y no sólo un trayecto o desplazamiento van a descubrir cosas increíbles...

En esos viajes, una vez me pegué un viajezote mirando a través de los hermosísimos ojos de una mujer, que parecía mirar por la ventana como ida... Era guapísima, joven y fresca... Pero sobre todo recuerdo sus ojos, aunque no podría jamás precisar su color, recuerdo cómo eran a la perfección pero no podría describir su color, sería un desatino. Con decirles que aún los busco en muchas miradas...

Ella estaba sentada junto a la ventada y yo en frente, también junto a la ventana; entonces la miraba y buscaba eso que ella observaba y de golpe encontré cosas que nunca había mirado, solo visto. De golpe cerró sus ojos y apoyó su cabeza en el respaldo, estaba cansada, quizás. Perdido por perdido, recuerdo que en un arrebato de valentía de esas que a veces se tiene, busqué en mi mochila mi cuaderno y un lápiz y le escribí en un papelito:

Mientras viajaba a través de tu mirada fue muy feliz. Gracias por acompañarme en este viaje. Lástima que tuviste que cerrar esos ojos tan pero tan hermosos...
Te invito a seguir viajando, si querés.
Y le anoté mi número. Y le dejé el papelito por ahí.

No existía ninguna ignota posibilidad de que ella me llamara... Era absurdo. No sabía quién era yo, no me había registrado. Seguramente ni siquiera me había visto.

Pero me llamó.

Y yo no lo podía creer.

Por suerte atendí yo, en ese momento todavía vivía con mis padres, y creo que ningún integrante de mi familia ni siquiera ella misma hubieran sabido qué decir, qué contestar ni cómo.

Y salimos. Nos encontramos en una estación del tren que nos encontró.
Fue una hermosa noche de abril, cuando el otoño todavía nos deja disfrutar de unas noche no tan frías ni sofocantes. Caminamos muchísimo. Y hablamos. Y fuimos íntimos. Y esa noche, por primera vez en mi vida, visité un hotel de paso, de esos en donde uno busca ser un desconocido.
No voy a entrar en detalles, como siempre. Sólo les diré que a veces uno siente la afinidad y literalmente tocás el cielo con las manos y levitás.

A la mañana siguiente fuimos a tomarnos el tren de regreso. Ella se bajó en un par de estaciones antes que yo. Antes de irse me dejó su teléfono, nos besamos y la vi irse por el andén radiante. Realmente se veía más que hermosa. Fue mutuo, yo no me inventé nada, lo juro.

La llamé unas horas después con una ansiedad y una emoción que no me dejaban respirar. No podía creer que eso me estaba pasando a mi, que estaba teniendo tanta suerte, que el destino se había puesto de mi lado. Pero no me atendió ella. Me atendió su mamá y me dijo que si seguía molestando a su hija iba a llamar a la policía para que me rastrearan.

No entendí absolutamente nada. Mi película de golpe se había vuelto un thriller inverosímil y mal hecho. Ella me llamó al rato, a escondidas y me explicó que cuando llegó sus padres la estaban esperando muy preocupados, que ella se había equivocado porque yo no te conozco, no sé quién sos, no sé si sos un ladrón, un violador o un asesino, no sé dónde vivís, no conozco a tu familia... Sí, yo sólo era un pibe que conoció en el tren, y la inseguridad y la calle está pesada y mi corazón roto y la mar en coche...

Yo nunca había sentido miedo al salir a la calle. Jamás. Ahora a veces sufro ataques de pánico.

La seguí buscando en el tren, pero no la vi más. Mi conjetura es que sus padres se asutaron tanto que le comparron un auto, y hasta quizás le contrataron un guardaespaldas. O qué sé yo...

Y yo que me imaginaba contándole esa historia a mis nietos, de cómo conocí a su abuela...
Por ahora no tengo hijos ni tengo planes de tenerlos. Sólo me resta contarles esta historia a ustedes e invitarlos a no dejarse llevar por "la inseguridad"... Que todavía podés encontrarte el amor a la vuelta de la esquina. Todavía. Dalo por hecho.

Me pongo muy triste cuando recuerdo cómo era cuando yo vivía en la ciudad, no sólo la habitaba... Cuando caminaba de noche sin miedo, cuando me hacía amigos de una noche, cuando cantaba solo y borracho por la calle... Cuando no existía la inseguridad sino las ganas de vivir una aventura...

Y no quiero que todo esto sea nada más un recuerdo.
Salgamos a la calle ahora.

martes, 14 de julio de 2009

Atrapados sin salida

Ya no me reía de las mismas estupideces de siempre. Ya no quería verme lindo ni decía tonterías insufribles para llamar su atención. Ya me daba fiaca pensar en cómo hacerla feliz. Ya me cansaba. Ya estaba pensando en cómo hacer para dormirme más temprano, calculaba las horas de sueño, hacía cuentas absurdas que incluían siestas en colectivos y demás recursos obsoletos... Ya no le hacía regalos, ya sabía qué me iba a contestar siempre, ya nos habíamos vuelto predecibles y aburridos... Ya buscaba la manera de estar solo, aunque sea en una noche de insomnio... Ya no soñaba con viajes exóticos ni trabajos incoherentes en lugares paradisíacos... Ya era hora de asumir que así no iba, que no éramos felices, que estábamos atrapados sin salida.

Mejor dicho: La salida era exit, finito, the end, el fin, caput... Y para eso todavía no estábamos listos.