El juego del amor es tremendo. Dificilísimo. Las mujeres son unas jugadoras bien raras.
Aunque jugar al amor es muy complicado, independientemente del género y del sexo de los jugadores...
Las reglas cambian demasiado rápido, cada jugador las pone y a su manera: algunos te las leen antes de empezar a jugar, a modo de derechos humanos antes de llevarte preso. Otros te las recuerdan hasta que hiciste una falta, y vos te volvés loco pensando en qué momento firmaste ese papel, y tratás de recordar qué decía... Otros no te las dicen nunca: a la primera falta que cometés, te sacan tarjeta roja de por vida, y listo.
Además no hay referi: algunos dicen que hay uno todopoderoso, otros confían en las palabras del psicoanalista... Pero, en general, cada uno juega a su manera y eso no está mal.
Y, lo peor, no hay tiempos pre-establecidos: a veces jugás el partido entero, inclusive la sigués peleando en tiempos extras, hasta incluso podés llegar ir a penales... A veces abandonás la cancha antes de terminar el primer tiempo...
Es voluntarioso: lo jugás porque querés.
A veces me escucho y me doy miedo: hablas toda la noche como un boy scout, hablas sobre mi vida como tu papa. Pero así es. Siempre, en algún momento, nos cansamos de jugar al amor y entramos en un soliloquio aburrido, denso, vacío... Y juntamos energía para volver a salir a la cancha y volversela a jugar por la camiseta.
Siempre, siempre en la cancha de ven los pingos.
No en un blog o en una poesía berreta para salir de paso. Yo, por ahora, estoy en la banca, viendo cómo juegan los otros, a ver si así aprendo algo...
¿Y vos, qué me podés enseñar?
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Ulises, un romántico de aquellos! salga de la banca, gambetee como usté sabe y que la vida le diga cuando es offside. Al juego del amor se pierde y se gana muuuuchas veces pero no cansa, a mí, por lo menos, hasta ahora... Abrazo!
ResponderEliminarAsí se habla, Adriano ¡Qué jugador!
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