lunes, 29 de junio de 2009

La González

Me encantan las mujeres maduras, las que están entradas en años y llevan su adultez con gracia y conocimiento de causa. Cuando era niño eso era un problema. Ahora, de grande, es mi especialidad, mi no sé qué qué sé yo, mi debilidad, mi particularidad...

Yo tenía 12 años y estaba por entrar a sexto grado. Era el más petiso del curso, un poco gordito, torpe... Hasta me estaba saliendo un acné prematuro horrible. Las chicas me veían y me trataban para la chacota... Ay, sos como un osito... Yo siempre me enamoraba de todas pero ellas, como siempre, me querían sólo como amigo. Estaba por empezar las clases y estaba muy nervioso: yo siempre había sido un alumno ejemplar-nerd y no podía dejarme vencer otra vez por Laurita, la mejor alumna... Y me habían dicho que La González era tremenda, era muy exigente y a los pibes los reprobaba siempre.

El primer día de clases, no recuerdo por qué, llegué tarde. Me perdí del acto inaugural del ciclo lectivo y fui directo al aula y vi a La Gonzalez.
Instantáneamente conocí el amor.
Hasta ese momento sólo podía decir y pensar Qué linda que es Laurita sobre una mujer, pero después de ver a mi tremenda maestra mis pensamientos sobre el sexo opuesto se volvieron repentinamente un poco más profundos y perversos... La González era una solterona bien portada que sabía hacer uso de sus gracias sin ser putona; no, claro, qué indigno: la mina sabía cómo no perder su sensualidad dentro y fuera del aula sin perder la seriedad y el respeto, como una maestra ejemplar.

Yo creo que andaba por los 40. No puedo olvidarme de sus piernas porque fueron las que más conocí cuando niño y las que más me gustaron por mucho años. Se maquillaba poco, usaba anteojos y el pelo suelto. Todos los pibes de golpe estabamos un poco obsesionados con la maestra, hasta el más vago y el más irreverente se aplicaba y hasta hubo un especie de tole tole porque resulta que las chicas ya no eran las mejores alumnas, de golpe yo era mejor que Laurita... Tomá. Las madres estaban muy sorprendidas por el rendimiento de los varones... Mi hijo vuelve tan contento de la escuela, ya no lo tengo que andar corriendo para que haga la tarea.

Ese día teníamos examen de matemáticas
. Copié del pizarrón los ejercicios, hice la prueba, y como terminé rápido... Se me ocurrió declararle mi amor debajo de la última regla de tres simple... No recuerdo exactamente qué puse, pero creo que fue algo así como Señorita Carmen, estoy enamorado de usted. Fui bastante claro y directo.

Al otro día mandaron a llamar a mi papá y a mi mamá. Mi mamá estaba disgustadísima, mi papá no tanto. Me cambiaron de grupo y a la Gonzalez la trasladaron a no sé donde.

Nunca tuve la oportunidad de pedirle perdón a la primera mujer que amé por los desagradables disgustos que le ocasioné.

Donde quiera que esté, señorita Carmen González, perdóneme y, si sigue soltera, no me importa que esté un poco vieja... ¿Se quiere casar conmigo?


5 comentarios:

  1. Ulises! esos amores van mejor en secreto! jaja, te la extraditaron! Yo tuve una que venía en minifalda mal, nos tenía locos, pero no sé si era amor lo nuestro... Prefiero recordarla así, joven. Saludos!

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  2. Adriano: Sí, me equivoqué... Aprendí que hay amores que... Mejor no hablar de ciertas cosas. Abrazo.

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  3. en ese momento no habia consciencia del daño de declarar amor...¿y ahora?

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  4. Y ahora... No sé. Creo que esa materia la tengo todavía previa, Lesbiana querida.

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  5. Lesbiana: Ahorab tengo un poco más de consciencia, pero solo un poco, eh... No te creas que mejoró mucho el panorama.

    Imaginate: Póngase a estudiar, joven y deje de coquetear con MIS lectoras. ;)

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